lunes, 1 de enero de 2007

Hoy nos pudimos levantar




Casi las tres de la madrugada, ni una butaca libre, en medio de un festival de color, de fuerza y de recuerdos. A los que fuimos cosecha de los setenta y a los que lo fueron de los sesenta, que abarrotamos mayoritariamente el teatro, se nos pararon los relojes y, por unas horas, decidimos darnos una vuelta por la movida ochentera.

El teatro Movistar se inaugura un 5 de abril de 2005. La globalización del XXI empieza a suplantar al siglo XX. Atrás quedó el Rialto, cine inaugurado en los años 20 en el número 54 de la Gran Vía madrileña. La cultura ha vuelto a ser indultada en este siglo, aunque con la condición de seguir siendo rentable. Para ello los patrocinadores no dudan en tomarse todo el protagonismo que haga falta. Antes se conformaban con gorras y otros objetos propagandísticos en los que la marca aparecía con descaro. Un peldaño más y dentro de poco, discotecas y lugares culturales llevarán el nombre de su respectiva multinacional, y si no, tiempo al tiempo. En cierta forma, siempre ha sido así, a casi todos los artistas les gusta firmar su obra. Y a los productores firmar su contribución económica. Como los valores económicos han terminado por superar a los artísticos, el resultado se puede considerar lógico. Y nos queda toda una transformación que se irá viendo durante este siglo. Seguramente en un futuro no muy lejano podremos visitar el Museo de Ciencias REPSOL o la Biblioteca Mc Donalds. Mientras permitan que la cultura sobreviva, no tendremos más remedio que plegarnos a sus condiciones.

Volviendo a la movida y al espectáculo, a quién no le gusta recurrir a uno de los recursos que más capacidad tienen de transportar en el tiempo, la música. Todas las décadas viven sus momentos memorables pero es difícil que a alguien se le olviden los años ochenta. Tras cuatro décadas de dictadura en España, que para algunos constituyeron media vida y para los más afortunados, sólo la ocasión de saber lo que significaba ese régimen político, vino la eclosión. Las ideas puestas a dieta de la censura dejaron paso a la libertad. Desenfado, pluralidad y ausencia de represión, tanto de pensamiento como de actitud. Un paisaje variopinto de estilos se reflejó en el arte la cultura y en la sociedad en general. Todo el mundo quería tener su propio grupo musical, su estilo propio. Ilusión, libertad y creatividad sin límites dejarían paso a la segunda parte. Algunos sueños tienen fecha de caducidad pero a todos nos gusta recordarlos en pleno apogeo. Ayer, de pie en un teatro en pie, celebramos que el espíritu de la movida sigue vivo en alguna parte.