domingo, 11 de noviembre de 2007

Pánico en la cumbre



Se acabaron los eventos internacionales aburridos. Desde que el gigante iberoamericano ha empezado a despertar de su sueño se está produciendo un cambio cada vez más notorio. Si no, que se lo digan a los protagonistas de esta inesperada cumbre. Los acuerdos y los temas de cooperación han pasado a un último plano para ocupar el primero la polémica, cuajada de resentimiento hacia la madre patria dominadora por los siglos de los siglos. El respeto y la admiración, probablemente sustentados por el miedo que nos tenían hasta ahora nuestras antiguas colonias han mutado y pasado a la acción. Estos pueblos no sólo quieren nacionalizar con todo su derecho sus recursos naturales, sino que además ahora se atreven a llamarle al pan, pan y al vino, vino. De esta forma quieren reclamar su lugar en el mundo, renegando de su hasta ahora, condición de esclavos con respecto a los países desarrollados. Estas pretensiones, proclamadas a gritos revolucionarios, chocan con el ambiente a menudo aséptico y descafeinado que se respira en este tipo de eventos internacionales, de los que rara vez nos queda algún mensaje, a pesar de que el sacrificado profesional de turno se tome la molestia de desplazarse, informar y hacernos de hilo musical durante la cena.

De esta cumbre sin duda quedará algo. Ya no tanto la falta de respeto del revolucionario y nada discreto Chavez; el cabreo del Rey que no pasa por su mejor momento, recibiendo ataques de unos y de otros; del siempre admirado buen talante del imperturbable Zapatero, con r de respeto pidiéndolo a diestro y siniestro de manera infructuosa. ¿Por qué tanto revuelo, me pregunto? ¿Acaso lo acontecido es tan escandaloso cuando no le llega a la suela del zapato a cualquiera de las sesiones parlamentarias de nuestra celebrada España?. Donde, a diario, se escucha de todo menos "bonito", donde se insulta, se grita y se patea. ¿Por qué entonces, me pregunto, tanto revuelo por un rifirrafe digno de mención pero no escandaloso hasta el extremo al que informativamente se ha elevado?.

Quizá sea más por lo que encierra la estructura profunda, que por lo acontecido en sí mismo. Quizá sea más por lo que sostiene siempre el PP, que cuanto más libertades se le da a los pueblos más hablan y más se rebelan.

Efectivamente, está mal acusar a alguien de fascista, aunque fascista sea la actitud de decir que los pueblos están mejor sometidos y callados que hablando. Y no sé si fascista pero, desde luego, es una actitud mezquina, propia de gente mezquina, el hecho de atacar a aquél que está pididendo respeto para uno y acusarle de las consecuencias que han generado las propias faltas cometidas. Toda una desfachatez, Sr. Elorriaga.

Cualquier falta de respeto es lamentable, pero lo más lamentable es que todavía existan actitudes que, por mezquinas, no merezcan ni siquiera el respeto de las gentes de bien y respetuosas.