miércoles, 7 de febrero de 2007

El Fin del Espíritu de Ermua o la segunda muerte de Miguel Ángel Blanco



El sábado, en la manifestación organizada por el Foro de Ermua, se escenificó lo que se podría considerar como “la segunda muerte de Miguel Ángel Blanco”, el modesto concejal del municipio vizcaíno, que hace casi diez años fue secuestrado y posteriormente asesinado por ETA, manteniendo en vilo a la sociedad española en lo que vino en llamarse “el espíritu de Ermua”. Se puede asegurar que este “espíritu”, aquella comunión especial que nos unió a todos, feneció el sábado 3 de febrero en Madrid, esta vez con la participación de los padres y hermana del propio Blanco.

Durante la Transición algunos decían que los artistas eran de todos, y que por lo tanto no debían mostrar en público su simpatía por uno u otro partido político; es más, a quien se le ocurría hacerlo, le censuraban su compromiso; lo que sería discutible en una opción personal y libre, sin embargo sí ha de ser valido para los símbolos comunes: la Patria, la bandera, el himno o los muertos.

Se habla mucho del choque entre el mensaje y la sangre; de la lucha entre lo que supone el legado de alguien, y sus herederos. Quién tiene la legitimidad para hablar públicamente en su nombre, si es que alguien puede hacerlo. Es una pena que los símbolos que han de unirnos, nos desunan, por culpa de una apropiación partidista. La Patria, la bandera y el himno no son de nadie en exclusiva, son de todos, y no podemos ir echándonoslos a la cara, porque eso genera desunión. Aquel “espíritu”, así como el “todos somos Miguel Ángel Blanco”, que entonces nos unió, ahora nos divide, y eso supone, sin duda ninguna, una segunda muerte para Miguel Ángel Blanco. Primero fue ETA y ahora los suyos. Digo esto porque, tras ver a sus familiares en un acto en el que no se gritó con fuerza contra el terrorismo etarra, porque el objetivo real eran el presidente Zapatero y el PSOE, aquel “espíritu de Ermua” se desvaneció para siempre; máxime cuando el Gobierno está trabajando duro para vencer al terrorismo y en favor de la paz, porque “
Paz”, les guste o no les guste, no es sólo la ausencia de guerra; es pública tranquilidad e inquietud de los Estados, en contraposición a la guerra o a la turbulencia; es sosiego y buena correspondencia de unas personas con otras, especialmente en las familias, en contraposición a las disensiones, riñas y pleitos; es reconciliación, vuelta a la amistad o a la concordia. Y yo me preguntó: ¿podemos asegurar que de verdad existió ese “espíritu” o sólo fue un espejismo, un sueño del que ha sido duro despertar? En los años difíciles de la Transición, la extrema derecha, se hacía presente en los funerales de los muertos por el terrorismo etarra, al grito de “Gobierno traidor” (intentando agredir a los ministros, sobre todo al Teniente General Gutiérrez Mellado), o “Tarancón al paredón” (por el arzobispo de Madrid, Vicente Enrique y Tarancón, una de las piezas claves para la llegada de la democracia en España.) Es curiosos constatar, (o no tanto) como la misma extrema derecha que acusaba al entonces presidente Suárez de traidor a la Patria o de vender España a los “separatistas”, hace lo mismo con el presidente Zapatero. ¡Y éstos ahora se consideran herederos de Adolfo Suárez! Qué razón tenia su hijo cuando afirmó, tras su fiasco en Castilla-La Mancha, que José María Aznar ya tenía lo que quería, una foto con su padre, (por la instantánea del mitin de su presentación como candidato en Albacete.) Como curioso es que el diario londinense The Times, de tendencia conservadora, propiedad de Robert Murdoch, magnate para quien trabaja como consejero el ex presidente Aznar, en la edición del lunes 5 de febrero, publicase una entrevista con Juan Ignacio de Juana Caos, el preso etarra en huelga de hambre, con el siguiente titular: “Esposado y enflaquecido, el asesino de ETA aboga por la paz desde su lecho de muerte",1]
Paz”, les guste o no les guste, no es sólo la ausencia de guerra; es pública tranquilidad y quietud de los Estados, en contraposición a la guerra o a la turbulencia; es sosiego y buena correspondencia de unas personas con otras, especialmente en las familias, en contraposición a las disensiones, riñas y pleitos; es reconciliación, vuelta a la amistad o a la concordia.
Y yo me preguntó: ¿podemos asegurar que de verdad existió ese “espíritu” o sólo fue un espejismo, un sueño del que ha sido duro despertar?

En los años difíciles de la Transición, la extrema derecha, se hacía presente en los funerales de los muertos por el terrorismo etarra, al grito de “Gobierno traidor” (intentando agredir a los ministros, sobre todo al Teniente General Gutiérrez Mellado), o “Tarancón al paredón” (por el arzobispo de Madrid, Vicente Enrique y Tarancón, una de las piezas claves para la llegada de la democracia en España.) Es curiosos constatar, (o no tanto) como la misma extrema derecha que acusaba al entonces presidente Suárez de traidor a la Patria o de vender España a los “separatistas”, hace lo mismo con el presidente Zapatero. ¡Y éstos ahora se consideran herederos de Adolfo Suárez! Qué razón tenia su hijo cuando afirmó, tras su fiasco en Castilla-La Mancha, que José María Aznar ya tenía lo que quería, una foto con su padre, (por la instantánea del mitin de su presentación como candidato en Albacete.) Como curioso es que el diario londinense The Times, de tendencia conservadora, propiedad de Robert Murdoch, magnate para quien trabaja como consejero el ex presidente Aznar, en la edición del lunes 5 de febrero, publicase una entrevista con Juan Ignacio de Juana Chaos, el preso etarra en huelga de hambre, con el siguiente titular: “Esposado y enflaquecido, el asesino de ETA aboga por la paz desde su lecho de muerte
”, y en el interior, The Times, habla de “grupo separatista vasco”, en consonancia con lo expresado por el ex presidente durante la tregua del 98, “Movimiento Vasco de Liberación Nacional”.Llevo un tiempo con una convicción, en aquellos días de la precampaña y la campaña electoral de marzo de 2004, el PP miró para otro lado, en espera de que ETA cometiese un atento, mediante el que poder obtener la mayoría absoluta, en unas elecciones que se les escapaban de las manos.¿Nadie avisó por fax al cuartelillo de Cañaveras para que, “cometiese la infracción que cometiese”, no se les ocurriera detener a aquella furgoneta cargada con 500 kilos de explosivos que circulaba por la N-320, entre Cuenca y Guadalajara? O tal vez un simple tiro en la nuca a alguien. Pero se les adelantaron los islamistas. Ahora voy estando, cada vez más convencida, que existe un acuerdo implícito entre el PP y la banda terrorista ETA, para repartirse el “botín” electoral, que les permita a unos alcanzar y apalancarse en el poder y a los otros mantener su modus vivendi indefinidamente. Y, mientras tanto, todos perdemos, porque somos víctimas del odio y del resentimiento por parte de nuestros propios connacionales, esos que se auto definen como “patriotas” y “gente de bien”, esos que se creen investidos de autoridad moral para “salvarnos” a todos, cuando en realidad de quien tenemos que salvarnos es, únicamente, de ellos mismos. Y en el interior, The Times, habla de “grupo separatista vasco”, en consonancia con lo expresado por el ex presidente durante la tregua del 98, “Movimiento Vasco de Liberación Nacional”.

Llevo un tiempo con una convicción, en aquellos días de la precampaña y la campaña electoral de marzo de 2004, el PP miró para otro lado, en espera de que ETA cometiese un atentado, mediante el que poder obtener la mayoría absoluta, en unas elecciones que se les escapaban de las manos.¿Nadie avisó por fax al cuartelillo de Cañaveras para que, “cometiese la infracción que cometiese”, no se les ocurriera detener a aquella furgoneta cargada con 500 kilos de explosivos que circulaba por la N-320, entre Cuenca y Guadalajara? O tal vez un simple tiro en la nuca a alguien. Pero se les adelantaron los islamistas. Ahora voy estando, cada vez más convencida, que existe un acuerdo implícito entre el PP y la banda terrorista ETA, para repartirse el “botín” electoral, que les permita a unos alcanzar y apalancarse en el poder y a los otros mantener su modus vivendi indefinidamente.
Y, mientras tanto, todos perdemos, porque somos víctimas del odio y del resentimiento por parte de nuestros propios connacionales, esos que se auto definen como “patriotas” y “gente de bien”, esos que se creen investidos de autoridad moral para “salvarnos” a todos, cuando en realidad de quien tenemos que salvarnos es, únicamente, de ellos mismos.
Por María José Hernández Palazuelos