domingo, 4 de febrero de 2007

Evanescence




La azarosa vida de Carlo “Charles” Ponzi, un italiano que emigró a Boston con 21 años en 1903, y murió en la pobreza en Río de Janeiro en 1949, ha vuelto una vez más a la actualidad con motivo del caso AFINSA-Forum Filatélico. A este curioso personaje se le identifica con un procedimiento financiero que en traducción literal se denomina el “esquema” Ponzi, aunque en su contexto el sentido exacto de “scheme” es realmente el de timo o estafa. Ponzi había descubierto el negocio del siglo en 1919, cuando al recibir de un corresponsal suyo en España un cupón internacional de correos que había costado en pesetas el equivalente de 1 céntimo de dólar, constató que le servía para percibir sellos americanos por valor de 6 céntimos. La operación de arbitraje ofrecía un extraordinario beneficio y Ponzi pronto se convenció que podría hacerse millonario. Empezó a difundir su descubrimiento entre sus amistades que rápidamente solicitaron participar en el negocio. El flujo de interesados empezó a ser tan importante que pronto creó una empresa, ofreciendo prácticamente a los inversores doblar su puesta de fondos en noventa días. El resto es anecdótico: para responder a la demanda tendría que haber comprado 200 millones de cupones postales, o sea cantidades inexistentes, y Ponzi ni lo intentó; se limitó a utilizar parte de las inversiones que le llegaban cada día para devolver escrupulosamente la cantidad pactada con los primeros inversores, y así aumentar su credibilidad. Vivió unos meses de desaforado lujo, hasta que los flujos entrantes dejaron de cubrir los compromisos adquiridos, y acabó en la cárcel. No es exactamente una pirámide (en las pirámides lo que se trata es de convencer al nuevo participante de que trabajando él mismo para conseguir otros entrantes se asegura una extraordinaria multiplicación de su apuesta), pero tiene las mismas características de estafa apoyada en la íntima esperanza de conseguir dinero fácil que se esconde en el corazón de la mayoría de los mortales (y que explica el rol social de las loterías). La estafa de Ponzi tuvo lugar hace casi un siglo y aunque se hiciera muy famosa, sin duda no fue la primera. Lo que sí está claro es que durante las últimas décadas se han reforzado los medios de control, y por eso cada vez que sale a la luz pública un nuevo caso, la mirada se vuelve hacia las autoridades judiciales (la ley ya tipifica las estafas), y hacia los auditores que, con mayor o menor reticencia, han aprobado situaciones en las que el sentido común incitaría desde el primer momento a la máxima prudencia. ¿Dónde están los límites? En realidad, ¿dónde están los límites del “esquema” de Ponzi? ¿A partir de qué momento es estafa? Todo agente de inversiones intenta que sus clientes confíen en la calidad de los productos que ofrece, y aunque lo hagan con buena fe, no siempre transmiten al ahorrador una evaluación realista del riesgo. Así, en cierto sentido, la famosa burbuja de los punto.com fue en realidad un tipo de “esquema” de Ponzi, y la Bolsa sigue proporcionándonos todos los días ejemplos de valores que suben muy por encima de su valor técnico impulsados por compradores que se retiran progresivamente hasta que llegan los menos informados que acaban comprando en el punto más alto, justo antes de la caída. El “esquema” de Ponzi es algo más que una estafa, es un comportamiento social de especulación extrema del que no está exento el sector público. Paul Samuelson, el autor del manual de economía con el que se han formado la mayoría de los economistas contemporáneos, que recibió el premio Nóbel en 1970, ya detectó esta generalización social del esquema de Ponzi al utilizarlo en un artículo como explicación del sistema de reparto de la Seguridad Social, un sistema que también ofrece a los pensionistas garantías de rentas que no corresponden a la posible rentabilidad de las contribuciones pasadas, y que financia sus pagos con las aportaciones de los nuevos entrantes. Cuando José Barea hablaba de la futura quiebra de la Seguridad Social española, sin duda, tenía en mente esta versión legal y aparentemente benigna del “esquema” de Ponzi. Bien es verdad que con en España, con la llegada de los inmigrantes la base se ha ampliado, pero esto es lo mismo que cuando Ponzi descubría más inversionistas en otra ciudad de Nueva Inglaterra, y que la amenaza de quiebra se alejaba momentaneamente. Evidentemente en la “estafa” de Ponzi en su versión original, como en los casos de Gescartera o probablemente de AFINSA, existen responsabilidades personales y empresariales, pero en los “esquemas” sociales de Ponzi las responsabilidades están más diluidas y se fundamentan esencialmente en la ética y en la deontología de los profesionales economistas o políticos involucrados. Era el deber de Samuelson alertar a las autoridades públicas americanas, y es el deber de los gestores de patrimonio alertar a sus clientes. Es importante evitar en lo posible las grandes asimetrías de información. La magia prestidigitadora del dinero fácil no debería existir fuera del mundo bien reglamentado del juego; este es uno de los mensajes más tristes de la ciencia lúgubre de Carlyle. Aunque no hay que perder nunca de vista que el dinero difícil también se puede conseguir con una sonrisa en los labios (y si no ¡que le pregunten a Ronaldinho!).
Redactado por Emilio Fontela




"Hay tres clases de mentiras: las mentiras, las malditas mentiras y las estadísticas."

Mark Twain


Hay mentiras pequeñas o pequeñas mentiras; son mentiras que, en origen, carecen de maldad. Son las que llamamos “mentiras piadosas” porque nacen fruto de una buena intención y no pretenden daño alguno para nadie.


Por otro lado existen las malditas mentiras; aquellas que tergiversan sin disimulo la verdad. Son las que afirman, sin recato alguno, lo falso como si fuera auténtico, sin ninguna clase de tapujos.
Y por último existen las mentiras más peligrosas, las más dañinas, las que se esconden tras una apariencia de verdad. Son las mentiras que tienen una buena parte de verdad, pequeñas verdades que esconden tras de sí el engaño. En muchas ocasiones se recurre a la estadística para construir esa falsa imagen de autenticidad, de verdad.


Decía el sociólogo americano David Riesman: "Estudia las frases que parecen ciertas y ponlas en duda". Está claro para todos lo necesario que resulta tener un acentuado sentido crítico para ayudarnos a descubrir la verdad; pero si eso es cierto para los hechos de la vida en general, ante la propaganda, ya sea comercial, política o ideológica, ese sentido crítico no sólo es bueno, sino que se hace absolutamente imprescindible, no ya para profundizar en el conocimiento de la verdad, sino para no caer de cuatro patas en el error.


Extracto sacado del artículo de Jósé María Sampere en el que habla de la mentira Afinsa.