jueves, 21 de junio de 2007

Orgullosos





Orgullo: Arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, que a veces es disimulable por nacer de causas nobles y virtuosas (RAE).


Si nos dejamos llevar por la etimología de la palabra, en el caso del movimiento homosexual debemos quedarnos con la segunda proposición. No sólo es que el orgullo aplicado a esta cuestión sea disimulable, sino que se justifica por sus fines.
Por desgracia, creo que, a veces, para lograr el equilibrio es necesaria una dosis doble o triple a colocar en el otro lado de la balanza. Si una sociedad no entiende o no acepta a parte de sus individuos, deben ser éstos los que tomen cartas en el asunto y reivindiquen su derecho a ser diferentes, su derecho a discrepar con la mal llamada normalidad. La normalización excesiva lleva a convertir a todos los integrantes de una sociedad en borregos de la homogeneidad. No todos están dispuestos. No todos deben estar dispuestos. No todos debemos estar dispuestos.
Como estoy orgullosa de tener amigos homosexuales, de la misma forma que lo estoy de tenerlos heterosexuales, me he interesado en saber cómo se fraguó la reivindicación del orgullo, acudiendo a una página de Wikipedia.
El movimiento gay comenzó formalmente en el año 1969 en la ciudad estadounidense de Nueva York, con la marcha que se dio después de los llamados disturbios de Stonewall. Stonewall es el nombre de un bar gay en el que tuvo lugar una redada por parte de la policía neoyorquina, el día 28 de junio en el barrio de Greenwich Village. Dicha redada, que dio lugar a enfrentamientos, constituye sin embargo la punta de lanza para los cambios que habrían de producirse en este terreno a partir de estos acontecimientos.
Importante es destacar que en 1973 y gracias a la actividad de este movimiento, que lucha desde entonces porque el colectivo LGTB (lesbianas, gays, transexuales y bisexuales) tenga los mismos derechos que cualquier persona, se consigue descartar la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales de la Asociación Americana de Psicología. Este hecho dio la pauta para que algunos gobiernos se mostraran más tolerantes en cuanto a sus leyes hacia la homosexualidad.
Por último y para que este artículo no sea demasiado extenso, a modo de conclusión diré que tengo el convencimiento de que los únicos enfermos son aquéllos que no aceptan más realidad que la propia. Estos individuos, no sólo se limitan a reducir su universo sino que obligan a que los demás lo limiten y lo reduzcan de la misma forma. Debemos, entre todos, ayudar a que se curen. Y la única forma de conseguirlo, creo yo, consiste en no ceder a su autoengaño ni a la mentira de la que se sirven para mantenerlo.

Eva Martín del Burgo
Grupo LGTB Madrid



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