domingo, 25 de febrero de 2007

La Vida de los Otros


El escritor es un ingeniero del alma humana (Iósiv Visariónovich Dzhugachvili Stalin)


Tuve una buena recomendación que seguí al pie de la letra acudiendo a la sala de cine lo antes que pude. Es cierto que estamos bombardeados por la industria americana pero afortunadamente, Madrid es una ciudad que cuenta con suficientes salas como para permitir que se cuele una brizna de aire no impregnada por el celuloide made in Hollywood, con todos mis respetos a la gran fábrica de sueños, sin la que mi vida habría sido mucho más aburrida.

“Mucha gente que tenía trabajos normales tuvo miedo de la Stasi, miedo de sus 100.000 funcionarios, que pensaban habían sido cuidadosamente entrenados para investigar “la vida de los otros”, la vida de todos aquellos que pensaban de forma distinta, que tenían un espíritu demasiado libre y, sobre todo, la vida de los artistas y de la gente que trabajaba en disciplinas artísticas. Los personajes de la película se hacen preguntas sobre cómo tratar con el poder. La vida de los otros trata sobre la capacidad de los seres humanos para hacer lo correcto, sin que importe lo lejos que se hayan adentrado por el sendero equivocado”.

No hay más remedio que estar de acuerdo con las conclusiones del propio director que de niño visitó Berlín Este y la RDA (antigua República Democrática Alemana) y percibió el miedo de sus padres cuando pasaban la frontera. Él mismo admite que sin esas emociones vividas le habría sido difícil abordar de esta forma el tema. De todas formas, esta información sólo corrobora un hecho que se percibe de forma clara en la cinta.

En definitiva, y al margen de que las actitudes que abanderan aquéllos que terminan por cambiar el rumbo de la historia tanto desde un lado de la línea, como desde el otro, o necesariamente desde los dos y que tan bien queda reflejado en el largometraje, así como las víctimas que quedan atrapadas en medio y sin salida, si algo ha demostrado la historia de la humanidad, es que el anillo del poder no sólo pesa en las dictaduras, aunque sean comunistas, y no es nocivo sólo en algunos casos. Lo tenemos también en las sociedades democráticas, escondido bajo un ridículo disfraz de libertad.