sábado, 17 de noviembre de 2007

Centro di gravità permanente



Eso decía una canción de alguien que por original ha conseguido que compre más de un disco suyo y me aprenda de memoria más de una de sus letras únicas, incluso en italiano. Los centros de gravedad suelen ser bastante pesados, como las subordinadas de Cicerón. Cuando en ocasiones he tenido que enfrentarme a proposiciones encadenadas, kilométricas, llenas de nobles sucesiones de sintagmas me las he visto y me las he deseado. Sin embargo, para mí, la traducción de De Amicitia, aparte de haberme resultado un gran reto por su dificultad, también me ha servido para reflexionar sobre muchas cosas. Algún bromista me dirá que eso me pasa por aprender latín. Ya sabemos que, en alguna que otra cultura, la curiosidad mató al gato pero digo yo que mejor será muerto alguna vez que no-vivo todo el tiempo. Y eso es lo que ocurre ahora, que Cicerón está tan pasado de moda como sus subordinadas o los centros de gravedad. La adolescencia se perpetúa en esta sociedad en la que vivo, hasta el día del juicio, en el que, llegado el momento, no hay nada que declarar, excepto apatía, egoísmo y sinsentido como únicas opciones tomadas a lo largo de una vida. El amor ha quedado reducido al mando de la Play, al coche deportivo o a un trozo de látex usado. Y mira que me jode esto último, porque teniéndome por progresista y por abierta, en esto casi veo más razonable la posición de las Legionarias de Cristo, que la adoptada por la panda de gilipollas que se apuesta los sábados en los bares de copas por ver si caza lo que sea para poder echar un quiqui "sin consecuencias" cada fin de semana. Habiendo gaYOlas…ganas de perder el tiempo. Existiendo el amor auténtico, son ganas de estar mareando la perdiz para nada. Y es que cada vez estoy más convencida que los “valores” o lo que es lo mismo, la falta de valores que deshumanizan a esta sociedad, basada en el hedonismo, los bienes materiales y el yo individualista como única realidad, desplazan y demonizan erróneamente el sacrificio, el riesgo, el sufrimiento o el compromiso y los consideran como aspectos a evitar. Y digo erróneamente, porque el equilibrio sólo se consigue con el compendio de todos ellos. Por tanto, y siempre en mi desilusionada opinión, la mayoría de las vidas que se fundamentan únicamente en estas premisas acaban siendo vidas de abrefácil y muertes en vida, totalmente ingrávidas. A un autor se le ocurrió decir por boca de Hamlet, uno de los pasajes más bellos y más llenos de fuerza que he leído nunca.
Life's but a walking shadow, a poor player, that struts and frets his hour upon the stage, and then is heard no more; it is a tale told by an idiot, full of sound and fury, signifying nothing.
Siempre que la releo me conmueve hasta el punto de verme obligada a luchar contra la desesperación y secundar esa máxima actual de Otro Mundo es Posible, aunque esto no sea, ni por asomo, probable.