domingo, 25 de marzo de 2007


Muchas veces me he preguntado si la raíz de los fascismos no reside en una falta de evolución del egoísmo infantil. Eso de “o dices lo que yo quiero escuchar o no te ajunto”. Dicho en boca de los tiernos infantes puede resultar inofensivo. El problema se acentúa cuando esos tiernos infantes, que abren bocazas ingentes para que se les haga caso, chantajean al más pintado y crean a su alrededor un reino, se hacen mayores sin haber evolucionado. Un niño de cuarenta años puede ser muy peligroso, sobre todo, si gobierna una tribu de borregos o, lo que es peor, si utiliza el terror para someter a la población. Ejemplos no faltan en la historia, así que huelga enumerarlos.

Yendo al grano, y lejos de disculpar el grado no evolucionado de personas que gobiernan imperios, es vergonzoso que en un país que se considera progresista y demócrata se produzcan acontecimientos como el que estamos presenciando. Y lo más grave aún, que la mayoría pensemos que las hormigas no tenemos nada que hacer en la lucha entre gigantes. En parte, ya estamos bastante a merced de lo que quieran decirnos estos medios nuestros como para además tolerar que en un ataque de soberbia cualquier poder pueda chantajear al periódico de más tirada de nuestro país. Con todos mis respetos, estos señores populares han pasado de la manipulación más retorcida y de la mentira sutil al más vulgar de los talantes fascistas. Su desfachatez no sólo debería molestar a las personas que defienden la libertad de expresión y pensamiento, sino que también debería hacerles pensar. Me asusta el cariz que están tomando los acontecimientos, me asusta que a este tipo de gente le asuste e impidan la libertad de los demás. Me asusta ver cómo empuñan las banderas roji-gualdas en sus manifestaciones, como si fueran suyas, como si todos los que no compartimos sus pensamientos o acciones no fuéramos dignos de existir o de vivir en éste “su país”.

En Antes de que Anochezca, Reinaldo Arenas, dijo algo que nunca se me va a olvidar. Ya en estado terminal por haber contraído el SIDA, abandonado y hecho un guiñapo, viendo como su sueño de libertad se le había escapado para siempre, hizo una reflexión en su paraíso perdido, Estados Unidos, el lugar donde había puesto sus esperanzas. La diferencia entre un régimen comunista y un régimen capitalista es que en el primero te dan una patada y no puedes chillar. En el segundo te la dan y tienes ese derecho.

Pues bien, sé que no es mucho, pero, al menos, luchemos porque estos poderosos que lo tienen todo no nos priven también de lo único que nos queda, que es nuestra dignidad.