lunes, 23 de junio de 2008


El destino de Madrid anoche fue no dormir. Nada más lejos de la intención de algunos aunque el pase de España a semifinales negó cualquier otra opción. No ocurría desde el año 64, informaban los comentaristas que, entre obviedades, futuribles y sandeces, de vez en cuando dicen algo que se salva de la hoguera. Según volvía a casa por el asfalto aún templado, observé cómo todo el estrés y la negatividad habitual de la gran urbe se había esfumado al paso de una euforia boba. No importa ya la crisis, ni las hipotecas imposibles, ni el acoso y derribo a los políticos de cabecera. Ya nada importa. Vi a dos perros excitarse por la inquietud que se concentraba en el aire a través de ondas invisibles. Un paroxismo absurdo y desmedido. Todos a una, Fuenteovejuna. Lástima que sólo ocurra con causas que no tengo claro que merezcan serlo.

Y no siento desdén por el fútbol, un deporte que, como todo, merece la pena si está bien jugado. Siento desdén por la ceguera que nos vuelve inválidos. Quizá no habría hecho esta reflexión de no ser por un mendigo sucio e inerte, recostado sobre un banco, que hacía como que miraba las estrellas, ajeno a los claxons y a las banderas. Como un grano incómodo, brotado del asfalto y fuera de una solidaridad que no le pertenece.

Volviendo a lo "importante", diré que el pase de nuestro equipo a la final creo que va a depender mucho de cuál de las dos caras que ha presentado el equipo ruso en esta Eurocopa elija esta vez para enfrentarse de nuevo a España. Aunque el caso de Turquía deja en esta ocasión bastante claro que en el fútbol no sólo cuenta la calidad a la hora de clasificarse, sino factores que al intelecto humano y a la pura lógica se le escapan. Una pena lo de Holanda, aunque Rusia lo mereció. Hagamos una porra final ¿Alemania-Rusia?.

viernes, 13 de junio de 2008




Las desigualdades sociales se combaten cambiando la realidad, no manipulando el lenguaje que la refleja.