domingo, 18 de marzo de 2007


No fue de las más numerosas pero ahí estuvimos los nostálgicos del No a la Guerra. Sin la emoción justificada que tuvieron las anteriores, esa emoción que sólo genera el hecho de unirse para luchar contra una causa injusta en el momento en el que se produce, como fue y sigue siendo esa terrible ocupación, no más terrible que muchas otras cosas que acontecen en este gran planeta en que habitamos, todo hay que decirlo. Para mí esta mani sólo tuvo una constante que se ha mantenido en comparación con las que he vivido hace unos tres años y ha sido verme al lado de Juan Diego Botto que tampoco se ha perdido ninguna y que además siempre acaba coincidiendo con mi espacio en la manifestación en algún momento de la misma, cosas del destino. Eso es porque me gustan las pelis en las que trabaja.

Muchos recurrieron al baúl de los recuerdos para rescatar las pegatinas de entonces, un No a la Guerra que chorrea sangre sobre un fondo negro. Curiosamente, pude ver un par de banderas españolas, tímidas, en un tipo de manifestación en el que no suelen hacer acto de presencia. Supongo que alguien pensó que es mejor llevar alguna testimonial para que otros no se la apropien.


Un escenario que rescató el The War Song de los Culture Club, o el Give Peace a Chance, de John Lennon en una plaza de Atocha atestada de personal. El manifiesto corrió a cargo de tres mujeres que levantaron aplausos antes, durante y después de la lectura. Hubo una consigna desechada por ser un trabalenguas y otra que empezó tímida y que terminó contundente: Zapatero, no estás solo. Algún incidente menor como unos pocos aguafiestas invisibles que corearon un arriba España con cierto mal gusto mientras el manifiesto saltaba a la palestra. Añoranza de la emoción de las anteriores y buen rollito.

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