miércoles, 23 de enero de 2008



“Lo que más preocupa es la llegada a los terrenos de juego españoles de ultras polacos. Personas más grandes, más violentas y más preparadas para hacer daño que los propios hinchas nacionales.”
Lo que podría ser una fiesta del fútbol, entre dos grandes equipos, hay gente que lo convierte en una lucha sin cuartel con el primero que aparezca. El fin ya no parece ser pasarlo bien y ganar, el objetivo no es otro que sembrar el caos y regar de violencia un clásico del fútbol español.
Si los hay que van a disfrutar del deporte con un bocadillo, una bota de vino o un puro, también los hay que buscan la pelea y se acompañan de otros "amigos". La Policía se incautó de bates de beisbol, sprays, navajas e incluso petardos con tornillos adosados a modo de metralla. Esto es lo que ultras de un lado y otro comparten en la concepción de un partido, violencia por violencia.
En la noche del domingo, la tragedia pudo haber sido mucho más grave de lo que sucedió. El gran grupo de Ultras Sur, que siempre acude al Calderón escoltado, burló a los policías y sembró el pánico en previsión de una pelea masiva entre aficiones. La seguridad nacional logró encontrar y retener al colectivo de radicales en un puente cercano al Calderón. Desde allí, y una vez reducidos por la Policía y sentados en el suelo, los hinchas merengues recibieron los lanzamientos de los objetos por parte de aficionados del Atlético de Madrid.
Las cargas policiales ya habían empezado horas antes en la esquina sur del estadio rojiblanco. Allí es donde los policías comenzaron a practicar detenciones a los seguidores más problemáticos. Lo que más preocupa es la llegada a los terrenos de juego españoles de ultras polacos. Personas más grandes, más violentas y más preparadas para hacer daño que los propios hinchas nacionales.
Uno de los 500 policías que estuvieron preservando la seguridad en el campo, confirmó que los ultras polacos "son amantes de la violencia, mucho gimnasio y poca lectura". Muchos de ellos, de ideología nazi, pertenecen a bandas mafiosas encargadas de dar palizas a sueldo.
Finalmente no se produjeron incidentes directos entre unas aficiones y otras, aunque la hinchada de los blancos sólo pudo ver la segunda parte del partido por su seguridad.

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